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Los Arqueólogos

Año 2299, Ciudad de México. Dos estudiantes de posgrado en la Escuela Superior de Arqueología y Ciencias del Pasado Reciente preparan un reporte de investigación sobre la escritora transexual Nicoleta Rodován, que alcanzó la cúspide de su genialidad literaria en el año 2020 con el libro de poemas y cuentos interactivos Alexa, amor de cocodrilo solitario. Dicha obra inauguró el género de la Postépica mexicana triste, cuya mejor y única exponente fue Rodován hasta marzo de 2040, fecha en que se vio superada por la generación del Maíz Transgénico.

La investigación de los estudiantes, titulada “Hallazgos sobre la probable génesis vital de Alexa, amor de cocodrilo solitario” se concentra sobre las huellas virtuales que Nicoleta Rodován dejó en la web 2.0 durante su estancia en la ciudad de Barcelona (2012) a la edad de 25 años, cuando aún se le identificaba como miembro del sexo masculino y respondía al nombre de Esteban Pérez.

El reporte reúne el blog de ejercicios literarios Prospecciones de Exilio, la cuenta de Twitter @Estebameeesta y otros vestigios virtuales[1] como posibles pistas sobre las vivencias que sembraron en E. Pérez/N. Rodován la semilla de su obra maestra.

La investigación pertenece a la Maestría en Arqueología Virtual, área de Literatura Latinoamericana, de la ESAR(CIPARE). Fue aprobada bajo la dirección de la arqueóloga Tania Hache y contó con el inestimable apoyo del doctor en literatura hispanoamericana (por la Universidad Nacional Autónoma de México) Cuauhtémoc White, incondicional entusiasta y animado consultor externo, según palabras del propio erudito.

Tanto White como Hache declararon en estrechos círculos académicos que los resultados de la “emocionante y rigurosa aventura por los mares binarios del siglo XXI”[2] arrojaría luz sobre el interesantísimo, aunque muchas veces ingrato y espinoso, trabajo de los biógrafos de Nicoleta Rodován.

 
[1] Un relato pornográfico reproducido en diferentes sitios web durante la segunda década del siglo XXI y la cuenta de Yahoo! Respuestas ‘SolitoEnBarcelona’.
[2] Investigadores ingleses poseen razones para sospechar que la frase exacta pronunciada por Hache en una cena-baile de la alta academia mexicana habría sido: “por los profundos mares binarios del siglo XXI, cuya dimensión literaria permanecería insondable si nosotros, especialmente White y yo, no nos hubiésemos atrevido a hundirnos en ellos. Quiero decir, a explorarlos”. Un grupo de especialistas de la Universidad Católica opina sobre la probable cita: “estamos convencidos de que inauguró el uso de la metáfora subacuática aplicada a las ciencias arqueológicas”.
 


La mujer crocodylidae

Resultado de extraordinaria paciencia y de una asombrosa habilidad para rastrear y discriminar información[3], los estudiantes consiguieron reunir casi todos los fragmentos de La mujer crocodylidae, relato en más de un criterio perteneciente al género cyberporn[4], que hoy se atribuye (previo consenso y sin mayor discordia) a Nicoleta Rodován. Aquí reproducimos tres de los veintisiete pasajes más significativos de la obra: muestra casi palpable del estilo rodovánico que más tarde se consolidaría en Alexa, amor de cocodrilo solitario.

1)   Tus pupilas son más duras que tus pezones que están hechos de escama. Clic. Capturo las aureolas entre los dedos. Las aprieto. (Quiero ser tus pupilas).  Alexa, tampoco esta noche apagues la luz.

2)   Tu placer es duro y seco: contradice a la humedad que resbala por tus muslos. Marina y salada. Te muerdo la espalda. Clic. Quisiera fundir la frente en tu hombro. Clic. Ser tu entrepierna.

3)   De mi piel haré la tuya. Una promesa de bar que no tomaste en serio. Yo miraba tu pecho. Clic. Tu destino de roca se hará carne en mi cintura. Olvida el reloj: el tiempo y la arcilla nos pertenecen. Somos dos reptiles de barro. Te daré. Mis escamas, que son más suaves. Te daré. Mis relojes. Clic, clic, clic.


[3] Cita tomada de la revista de divulgación Arqueologías de la ESAR(CIPARE), año 2301.
[4] Otro grupo de especialistas de la Universidad Católica sugiere que La mujer crocodylidae quedaría mejor ubicada dentro del género proto-cyberporn, puesto que E. Pérez no era todavía consciente de la importancia del clic como elemento de intersección entre literatura, arte conceptual y pornografía. En el 2012, varios escritores, artistas visuales y programadores (en promedio diez años mayores que E. Pérez) ya habían comenzado a utilizar el clic como articulador de discretos proyectos artísticos que la crítica subestimó hasta bien entrada la segunda década del siglo XXI, cuando fue demasiado tarde para apreciarlos: la acelerada evolución tecnológica los volvió prematuramente obsoletos.

Arqueología del deseo

La investigación “Hallazgos sobre la probable génesis vital de Alexa, amor de cocodrilo solitario” condujo a una impresionante tesis doctoral sobre nuevos métodos para reducir el tiempo que la arqueología literaria dedicaba al trabajo de campo virtual (estudio de caso: Nicoleta Rodován). Años después, en el 2352, la revista Tinteros entrevistó a una de las coautoras de ambos trabajos académicos (del segundo estudiante se sabe muy poco). A los sesenta y cinco años de edad, la doctora en arqueología y artista conceptual Jeannette Mocte comentó a propósito de sus impresiones personales sobre Tania Hache:

Fue cuando encontramos los tuits de Esteban Pérez que noté por primera vez esa especie de ¿cómo decirlo? acuosidad en sus ojos. Al principio creí que habíamos hecho algo mal, que el descubrimiento había sido una pérdida de tiempo. Ahora entiendo que Tania tuvo una revelación, aunque no es la palabra adecuada. En realidad sufrió una epifanía silenciosa y hacia dentro. No creas que me lo dijo de ese modo. No habló de ello conmigo ni con nadie, pero se le notaba en la mirada.

También comenzó a llevar un cuadernito de tapas rojas que compró en un mercado de antigüedades. El vendedor dijo que lo habían traído de Barcelona. Un Moleskine. ¡Imagínate! La jefa del departamento de arqueología virtual anotando versos sobre papel. Ni siquiera los estudiantes de literatura o filosofía usaban papel desde hacía generaciones. Empezó escribiendo haikus y prosas breves. ¡Ah! Y no respetaba el orden de las hojas. Tampoco anotaba la fecha. Lo sé porque una vez dejó el cuaderno sin vigilancia fuera del cajón. Entonces supe que escribía sobre el mar, sobre relojes y sobre lagartos. Y sí, tu intuición es correcta: los temas no variaron desde el principio. Supongo que eso es algo fascinante de su obra: tres temas sólidos que jamás se le agotaron, que manaban a borbotones de una fuente invisible y generosa (es curioso, en mi opinión nada de eso tuvo que ver con su vida. Primero, en la Ciudad de México no hay mar; segundo, siempre llegó tarde a todos lados, fue una impuntual incorregible; y tercero: nunca manifestó el más mínimo interés por la biología, no que yo supiera). Los géneros y la forma sí que cambiaban.

Un domingo por la mañana, mientras Tania preparaba el desayuno, pude hojear por última vez el cuadernito. Me topé con la idea de un guión cinematográfico: un tipo despertaba y en lugar de la novia se encontraba con un lagarto gigante en su lado de la cama. Además, quién sabe cómo, el reptil se había tragado un reloj antes de aparecer. El pobre tipo oía el tic-tac y lloraba desconsolado.

¿Si me identifico con la literatura de Tania Hache? No particularmente. Pero pienso que el acto literario que llevó a cabo fue hermoso y en ese sentido me siento cercana a su obra (soy de esa gente que considera al proceso como un hecho artístico independiente del resultado). Me contó del tatuaje que pensaba hacerse en la espalda, un reloj con versos en rumano sobre las manecillas. Fue la última vez que hablé con ella. Los tatuajes de escama en los tobillos los vi mucho tiempo antes, fueron los primeros que se hizo. Me mostró con una lupa el cuento dentro de una de las escamas. Era una gran entusiasta del nanotatuaje. Pero lo que no he visto, y no pienso ver jamás, es la obra completa. No me hubiese importado cuando Tania aún vivía pero ahora me declaro incapaz de hacerlo.

Me cuesta creer que las instrucciones que dejó se hayan ejecutado al pie de la letra (sin embargo, me alegra que fuera así. Me alegra mucho porque ella lo deseaba). Sólo una loca podía escribirse una transnovelaen toda la piel y donarla a un museo. La última vez que alguien me habló del tema supe que es más la gente que hace fila para leer algunos fragmentos de La arqueología del deseo directamente sobre el lienzo que quienes adquieren la novela en cualquier otro formato.

Apéndices



ETIQUETAS DE INVESTIGACIÓN: bisturí cincel estilo estrógenos historia de las nuevas formas literatura del otro reptilia transtextualidad secado a mano vaginoplastia viejas técnicas

Máster en Creación Literaria. Ejercicio: Trabajo final para el curso Nuevas Formas, impartido por el escritor español Jorge Carrión. Ejercicio también presentado en el taller de la asignatura Cuento, dirigido por el escritor mexicano Juan VilloroUniversidad Pompeu Fabra. Barcelona.

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Males que aquejan al escritor (una interpretación personal). 8 y 9 (Última entrega).

Mafias

Me parece idóneo y natural que haya escritores interesados en la mafia.

Más aún que lleven este interés al fondo mismo del endoesqueleto y se les mezcle con la médula ósea. Pienso que esa es la parte más importante porque si se les queda en los músculos o en lo blandito, el interés permanecerá como una mera afición (feliz pero estéril) que no moverá ningún tipo de montaña o navío y carecerá del poder gravitatorio que pegará a los escritores a la silla de trabajo.

Por ejemplo:

Cuando un joven escritor fascinado por la mafia se lo tomó en serio, comenzó por lo más obvio, que en su caso fue investigar la etimología de la palabra mafia. Así aprendió que este vocablo proviene, según casi todos los estudiosos, del árabe. A partir de ahí, el joven escritor se dejó las pestañas, cierta firmeza de los glúteos y moderadas muestras de saliva en la esquina inferior derecha de las hojas de los libros sobre el tema. Asimismo, coleccionó todos los cómics pertinentes. También se quedó miope de tanto mirar Los Soprano (o eso quiso creer)  y la trilogía El Padrino (lo que derivó en una sincera afición por el cine de Ford Coppola y su hija Sofía, aunque siempre la reconoció como un entretenimiento saludable). Hizo de Roberto Saviano su héroe personal. También vio Gomorra en el cine y abandonó la sala excitado y afligido. Aprendió italiano en una escuela de idiomas cercana a su casa y probó las duras mieles de la autodisciplina con la lengua albanesa y sus refranes. Por supuesto, no dejó de leer a Saint-Exupéry, a Twain, a London, a Poe, a Cervantes, de la Cruz, Rulfo, Borges, Cortázar, Faulkner, Darío, Mistral, Neruda (porque así son las cosas), Villaurrutia, Pizarnik, Paz, Bolaño, Fogwill, Mishima, Apollinaire, Woolf, Piglia, el valiente Reinaldo, Curtis Garland, a Whitman, a Aira y cuanta novela policiaca encontró en la biblioteca. Y otros, los demás. Desordenado y como lo fue descubriendo y aunque claramente la mafia no estaba a simple vista siempre presente, en el fondo brillante, blanco, aglutinante sí lo estuvo: las ganas, el estilo, la vida. El tiempo que se piensa infinito o insuficiente a golpe de tecla, la confianza variable, la necedad de soldado.

El joven escritor solicitó la obtención de una beca para la creación artística, categoría literatura. Le fue negada. Pero sigue intentando -a modo de alegría anual y hábito de formal esperanza- obtenerla.

Otros 

Hasta ahora, he encontrado sólo dos maneras de abordar este asunto de la escritura:

  1. Leyendo, despedazando algo que está dentro y lamiéndolo con lengua de gato. Desbaratar como ritual perpetuo. Disciplina militar plegable. Invertir en al menos un buen diccionario de sinónimos y antónimos y acceder a él como quien lee Rayuela.
  2. No la conozco.

 

 

Persecución, ideología, indiferencia, carestía, incomprensión, analfabetismo, sectarismo, canibalismo, oportunismo, influyentismo, mafias, otros.

 

 

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Males que aquejan al escritor (una interpretación personal). Sexta y séptima entregas.

Canibalismo

La legítima preocupación colectiva por “no poder comer de la literatura” siempre me ha parecido muy extraña. Es como si algunos escritores no  acabaran de entender de qué está hecha su propia carne o no supieran que el idioma es rico en metáforas caníbales.

Quizá se trate únicamente de un pequeño error de vocabulario y de época: con el pago del alquiler y la rapidez de los tiempos, es fácil confundir palabras de un mismo campo semántico. Por ejemplo: “comer” y “alimentar”.

Oportunismo, influyentismo

De buenas a primeras, me niego siempre a pensar en ciertos escritores que me gustan como vedettes de algún tipo de poder.

Si algún día la veracidad histórica y/o periodística resultaran ineludibles, optaría por concentrarme únicamente en los textos y en olvidar, durante el tiempo que dure la lectura, en que tal vez  el cancán tuvo algo que ver con que esas obras maravillosas o con cierto no sé qué que qué se yo puedan estar ahora en mis manos.

Sin embargo, la mayor parte de las veces que he merodeado la biografía de mis héroes literarios en Google, resulta que fueron gente más bien encerrada en su casa o con muy poco talento para el ejercicio de la política en la más terrible de sus acepciones.

Entonces formulo la dudosa teoría de que el gran talento artístico está reñido con la  maldad y me siento bien.

*

Tratamiento de las ideas ingeniosas que acuden cuando uno está lejos del escritorio (y no pueden ser pasadas por alto):

  • Verificar si se ha metido lápiz y papel en la mochila.
  • Si no se cuenta con medios de escritura tradicional (los anteriormente citados) palparse el bolsillo para averiguar si su smartphone no se ha quedado en casa o no ha sido abducido durante su paseo. Si ha tiene suerte con éste último artilugio, puede elegir una de dos opciones:
  1. Utilizar la app ‘notas’ con la esperanza de aprovechar la idea algún día.
  2. Escribir un tuit y sepa que sus 140 caracteres monterrosianos ser perderán en la infinita e irremediable brevedad del timeline.
  • Si  tampoco dispone de medios de escritura electrónicos, ejercite la memoria.
    Le propongo empezar con esta frase: la oportunidad verbal, si no es sujetada, puede comportarse como el señor que salió a comprar cigarros y no volvió nunca. 

Persecución, ideología, indiferencia, carestía, incomprensión, analfabetismo, sectarismo, canibalismo, oportunismo, influyentismo, mafias, otros.
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MALES QUE AQUEJAN AL ESCRITOR (UNA INTERPRETACIÓN PERSONAL). QUINTA ENTREGA.

Analfabetismo, sectarismo

La otra tarde S. declaró que le gusta cómo hablo.

Lo ha dicho más de una vez.

Naturalmente, a mí me entusiasma que pequeñas unidades de sintaxis que voy transpirando sobre la marcha (y que encima son sinceras y verosímiles como “quiero vivir en esta esquina de tu boca” o  “esta curva de acá es tu país”) contengan el potencial de acercarme a otro ser humano; quiero decir: más allá de lo que uno es capaz de aproximarse con cualquier parte más o menos dura del cuerpo.

(De pronto he recordado El cuento de nunca acabar de Carmen Martín Gaite, que explora la tragicómica bola de estambre que es la narración amorosa: la persuasión, el reclamo del otro mediante el discurso y el arte de la elocuencia que podría suponer, si las cosas salen bien, la ascensión de los amantes “hacia ese séptimo cielo” de duración imprevisible.

Si bien C.M.G. utiliza en este espléndido ensayo una lúdica imagen de Petrarca muriéndose de amor y ensimismamiento al componer un poema que un inoportuno amigo suyo juzgará de exagerado (anda, Francesco, que esa morra te vale más bien madre –le dirá el amigo que a efectos de este párrafo es mexicano y no italiano ni español-) para hablar sobre la veracidad del discurso y su independencia respecto al apego biográfico, de ninguna manera restringe la narración amorosa al terreno de lo literario y sus labradores).

 

Ahora: generalizo a partir de mi propia experiencia y sin empacho

La literatura es también el espectáculo de la soledad.

Uno se da cuenta de ello desde sus primeras lecturas.

A mi madre, por ejemplo, le angustiaba mucho que yo pasara las tardes hojeando libros. Sal a jugar, me decía.

Supongo que la premonición de una vida poco acompañada para su descendiente la hacía olvidarse de que no contábamos con ningún vecinito apropiado y de que ella aún no había tenido más hijos. Y, para el caso, yo me sentía más cómoda memorizando las capitales africanas o leyendo las aventuras de  el cid que pateando una pelota de futbol contra la pared, haciendo de mi soledad algo evidente para los peatones.

Así, cuando la vocación por la escritura emerge del cuerpo infantil (casi siempre ocurre a esa edad, me parece) uno ya intuye lo que le espera.

La decisión por la palabra me ha acercado a algunos seres concretos pero me ha alejado de casi todo lo demás.

Los escritores que conozco suelen ser pésimos publirrelacionistas y carecer de empatía social desde lo todavía funcional hasta lo grave y lo verdaderamente trágico.

Por supuesto, hay excepciones aparentes: la otra noche quedé embelesada por la elocuencia de Juan Villoro en un acto en Casa América, aquí en Barcelona. Un verdadero maestro de la conversación, el sentido del humor y la coherencia.

Luego pensé en lo que se cuenta sobre el hermetismo de Juan Rulfo y me alegró mucho que otra vez se confirmara, en mi cabeza, la generalización (soy de fácil alegría).

Villoro comentó, entre otras cosas también alegres, que su horario de trabajo es bastante bancario y va de las ocho de la mañana a las dos de la tarde, más o menos.

Hasta él experimenta la soledad al menos seis horas diarias.

 

Una idea: la soledad es el puente que une a escritores y lectores.

A S. le gusta mucho cómo hablo.

No sé todavía si ha leído algo que yo haya escrito, pero me encuentro ideando alguna disculpa por no dedicarme al circo, a la música o al periodismo bonzo, porque el acto de escribir así nomás es solitario y aburrido y necesito hacerlo en el cuarto de al lado, donde nadie me vea.


Otra idea: comprendo profundamente a los escritores que deciden agruparse en generaciones literarias y bautizarlas con nombres chistosos; también a los integrantes de clubs de lectura de todo el mundo.

 

 

 

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males que aquejan al escritor (una interpretación personal). cuarta entrega.

Incomprensión

I.
En cierto sentido, la literatura y su proceso son el gran relato y el performance de la incomprensión.

No se me ocurre un solo personaje literario, obra o escritor que no haya sido -en mayor o menor medida, para bien o para mal- un auténtico incomprendido.

Otra imagen que me viene a la mente es la del lector que se queda con la sensación de no haber vislumbrado en su totalidad el significado del texto sobre el que recién rodó los ojos, y que  encuentra en lo que no se escribe fascinación, congoja, irritación o empatía a un nivel que no suele ser verbalizable de buenas a primeras.

En un arrebato de simplificación y alegría, yo también me atrevo a suponer que este es el origen de la teoría literaria, que con sus más de veinte siglos de historia no ha logrado todavía resolver algo que, utilizando todas las combinaciones de letras permitidas o posibles, narra una situación o conforma una imagen que no develarán ese algo, pero hará posible que sea intuido.

En realidad no creo que, muy en el fondo, la teoría de la literatura se proponga cumplir con ese horrible objetivo. Pero pareciera que en este mundo estamos obligados a justificarlo todo.

II.

Escritor: ser que asume su propia incomprensión y la del mundo como la única forma de vida tolerable y, en un intento casi siempre fallido, la alfabetiza.

(Que el futuro libre a los buenos escritores de conseguirlo alguna vez).

III.

El escritor español Antonio Masóliver me sugirió, tras elogiar brevísimamente el extrañamiento en uno de mis textos, procurar tener al menos un lector (para asegurarme de que lo que escribo se entienda).

IV

La incomprensión y la mediocridad en literatura no son lo mismo ni se parecen.

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Males que aquejan al escritor (una interpretación personal). Tercera entrega.

Indiferencia y carestía

1) APUNTES

Ensayemos una definición:

La literatura es la manera en que el escritor se las arregla, mediante el lenguaje y en pos de una obra más o menos coherente, con las obsesiones que le han sido dadas por la inutilidad del universo.

(Como ocurre con la luz del sol, que ahí ha estado y se han hecho con ella unas cuantas cosas).

Ensayemos lo demás:

Las obsesiones del escritor suelen ser poquísimas. Si es un buen espécimen, no serán más de tres.  Por ejemplo: a Robert Walser le interesaban mucho la servidumbre, el teatro y las voces de su cabeza. Si en cambio hablamos de un genio, es probable que no supere el par de angustias constantes (que agruparán a todo lo demás). Se me ocurre Borges: la multiplicidad y el infinito.

Está claro que la parquedad obsesiva enriquece la baraja temática de un escritor. Sin embargo, y si bien el límite de temas abordados es menos estricto que el menú de obsesiones, el repertorio tampoco suele ser tan abundante.

Siguiendo en la línea de los buenos escritores:

La obras completas de fulano de tal se relacionarán  entre sí más allá de cualquier intención estética o ideológica que este autor haya podido prever en su artístico cerebro.

Por más allá se entiende más hacia el fondo. Por más hacia el fondo se entiende que nos adentramos en el terreno de la intuición:

Fulano (el de las obras completas) intuye el fondo de su obra mientras permanece ocupado en otra cosa. Por ejemplo, en la literatura de los otros, el placer en alguna de sus variantes y la relación entre sí mismo y las palabras con la maldad del mundo, la tristeza finita,  los cuerpos mutilados, los canibalismos imposibles…

En todo esto interviene otra vez la apatía universal.

2) ANÉCDOTA

Un escritor con más horas de trabajo que lectores. Un escritor con más horas de trabajo que vida.

Persecución, ideología, indiferencia, carestía, incomprensión, analfabetismo, sectarismo, canibalismo, oportunismo, influyentismo, mafias, otros.

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Males que aquejan al escritor (una interpretación personal). Segunda entrega.

Ideología

Sur de Veracruz, el cielo oscuro, hace diecinueve años.

Apareció una muda de piel de serpiente en el patio de mi casa.  Si bien somos gente de provincia y en los noventa la calle de enfrente no estaba aún pavimentada (y crecía un monte tupido y amenazador), en mi familia no teníamos machetes ni sabíamos muy bien cómo reaccionar ante la posibilidad de un demonio rastrero que no descansaría hasta picarnos a traición mientras dormíamos.

Mis tíos acudieron en nuestro auxilio y junto con mi padre conformaron un escuadrón de búsqueda y captura. Las mujeres se quedaron dentro con la niña, entonces una pequeña yo de siete inviernos.

Creo que me metieron los pies en unas bolsas de plástico. ¿O me subieron a mi cuarto? No recuerdo ese detalle. Tal vez fueron las dos cosas.

Lo que sí tengo presente es la angustia que me ató los pulmones y la lengua de hielo que me recorrió la espina dorsal, así como el llanto por pensar en la hecatombe hecha reptil que había venido a destruir el orden de las cosas.

Ya nunca volvería a la escuela ni jugaría otra vez con mi mejor amiga ni vería la película de los ponis, mucho menos crecería para ir a la universidad y volverme adulto, mi padre moriría devorado por la serpiente y mi madre también de tristeza. Entonces sería huérfana y me adoptarían mis abuelos que también morirían porque eran viejitos; y mi tía la que se había casado con un francés no volvería sus ojos a mi sangre, y algún hombre con gabardina vendería la casa o directamente la destruiría un terremoto y todo se iría a la chingada.

Empaquetaré la compra de las señoras en el supermercado para sobrevivir. No tiene nada de malo, es un trabajo digno, pero no te mueras, papá, por favor no te mueras, encuentra a la víbora y mátala y seamos otra vez felices.

La serpiente no apareció. Sin embargo, la vida siguió siendo.

 

Barcelona, marzo 2012.

Jamás he manifestado un especial interés científico o metódico por la biología, más allá del sobrecogimiento que unas hormigas bien organizadas, las enormes orejas de un elefante o la manera en que una perra lame a sus crías insuflan en las gentes sensibles, normalmente hasta dejarlas nadando en lágrimas o con una sonrisa humilde en los labios. Pero a veces leo.

Esta mañana, por ejemplo, leí que entre los motivos que tienen las serpientes para cambiar de piel están crecer, liberarse de parásitos y curarse heridas. Además, lo hacen en una sola sesión y en una sola pieza. No se rasgan innecesariamente ni se rompen nada que traicione su serpientialidad. Realizan el proceso con la frecuencia que les parece necesaria y sin dar mayores explicaciones.

Creo haber entendido que las serpientes no van por ahí ufanándose de sus asuntos epidérmicos ni de sus conclusiones cutáneas. Benditas serpientes que no hacen discurso. Pero que hacen. Y se salvan de padres de familia furiosos y de proles histéricas.

Afortunado orden de saurópsidos diápsidos, peregrinos que sobreviven al status quo.

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Males que aquejan al escritor (una interpretación personal). Primera entrega.

Persecución

Ciudad de México, 5:25 am, interior de un taxi.

Destino: embajada españolaAprobaron mi visa de estudiante y pedí el día libre en la oficina para ir a recogerla. Hay que llegar temprano porque la gente se amontona y pocas cosas son tan aburridas como esperar con hambre y frío.

Pienso que gran parte del mal humor se nos forja en las salas de espera que habitamos durante la vida (aunque en realidad esta es una banqueta de espera en la colonia Polanco). No sé.

Me voy a Barcelona a escribir. Me voy un año a no rendirle cuentas a nadie más que a la novela que traigo en la cabeza. Me voy a hacer ficción. En serio. Y tengo ganas de alejarme un rato, tomar perspectiva. Me lo puedo permitir. He jugado con la idea del exilio, pero son unas vacaciones. Jamás he dejado de tenerlo en mente. Me lo repito todo el tiempo.

El taxista me pregunta si me molesta que encienda la radio. Le pido que por favor lo haga.

Somos expertos en ficción. Más aquí que en otros sitios. El presidente, por ejemplo, es un gran modelo de ficciómata maniqueísta, un entusiasta del bien muy bueno y del mal muy malo. (Su problema es que la coherencia interna del relato no se le sostiene y se le escurre fangosa entre los dedos). Otro ejemplo es el resto de la gente.

A mis compañeros de la universidad y a mí nos pasó, más o menos, a la mitad de la carrera. Es verdad: no a todos. Algunos renunciaron a tiempo y cerraron sus cuentas de Facebook. Tampoco tienen Twitter. Pero de ellos no sé casi nada. Me gustaría saber.

La ficción se convirtió de un tiempo para acá en el espacio más cómodo. No siempre fue así. Pero ahora es así. Aquí. En mi cabeza. Es el prado de los cobardes. El ejido de los muñecos caprichosos. La zona de los payasos tristes que sabemos mucho o sabemos poco pero todo lo sentimos muy seriamente aunque nos dé risa.

Nadie va a perseguirme. Me podrán señalar. Quiero que me señalen, sí. Para mal y para bien. Pero no van a perseguirme. No a nosotros. No a mí por escribir una novela. Esta novela. No a mí por inventar una historia aunque entre líneas se asome un segundo relato. Porque es un relato que interpela a las raíces que siempre han estado ahí y que hoy siguen alimentándonos; las raíces que nutrirán a mi descendencia o a los hijos de mis hermanos y a la prole de la más tetona de mi prepa hasta el fin de los tiempos.

No se trata de una acusación con nombre y apellido. Es un juego. Un juego serio que me devora las entrañas, que me llena los pulmones de humus de periódico. A lo que huele sabe. Y me hace feliz. Este asunto de la gramática y de la historia secreta que decía Piglia me pone muy contenta. Pero la historia evidente también tiene su chiste. Armarla. Cuándo, puta madre, cuándo las letras se me volvieron cuestión de felicidad. Tanta pinche alegría. Cuándo escribir fue otra cosa. Nunca ha sido para mí otra cosa.

El taxista prendió la radio y dieron esta noticia:

dos periodistas aparecen muertas en iztapalapa asesinadas sus cuerpos estaban desnudos pies y manos atados la procuraduría general de justicia dijo salieron de la oficina a las diez de la noche luego ya no supieron nada estamos esperando la investigación van a evitar la impunidad un día en ginebra dicen los que saben que méxico es el país más peligroso para ejercer el periodismo


No conozco la obra de los más jóvenes; pero siempre los imagino escribiendo desde la persecución, o en la montaña, bajo las balas o bajo las estrellas, y los admiro

Yo también, maestro Monterroso, los admiro infinitamente.


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#LOSEPITAFIOSPROPIOS

Tres sugerencias para el propio epitafio. Dejo todo al criterio de los organizadores (aunque me inclino levísimamente por la tercera opción o, como dijo un compañero, si los honorarios de la funeraria no son elevados, se podría adornar la lápida con un tríptico inmóvil). Posdata: ojalá que este juego de la maestría no sea premonitorio en el corto plazo para ninguno de nosotros. Para nadie.

Me encantaría bromear sobre esto, pero tendrán que contar el chiste sin mí. / La muerte es un hogar sin verbos. / Que, cuando yo despierte, el dinosaurio esté todavía allí.

Máster en Creación Literaria. Ejercicio: Escribir el propio epitafio. Por más lúgubre que la tarea pueda parecer, intentadloCurso: Poesía. Profesor: José María MicóUniversidad Pompeu Fabra.

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La educación del deseo (fragmento)

Desear en las bibliotecas públicas.

Nunca antes me planteé el tema de la voluntad. Vine a Barcelona aceptando que mi cuerpo era el contenedor de un deseo irrefrenable que se desbordaba. Fue así más o menos desde los siete años, pero la vida adulta se caracteriza porque los huesos dejan de crecer y las cavidades cesan de expandirse y el deseo no se entera. Continúa su desarrollo. A la altura de los veinticinco uno acude a la oficina o utiliza el transporte público y se ve en la necesidad de tronarse los dedos de los pies, taparse la boca con la mano o apretar las piernas mientras lee un libro.

A veces, durante los paseos dominicales sobre la avenida Reforma en la Ciudad de México, al mediodía, sentía la urgencia de vomitar el corazón. Creo que en una ocasión se me salieron cuatro, cinco, seis lágrimas. Lo más parecido a esa sensación que se me ha ocurrido verbalizar es que jamás he sabido permanecer indiferente ante tanta vida.

El deseo, como ya no cabe en el cuerpo, se sale por todos los orificios. Uno debe tomar ciertas decisiones, de acuerdo a sus posibilidades, si no quiere morirse ahogado.

En las bibliotecas me sucede lo mismo, pero de una manera más intensa porque estoy sujeta a las normas del silencio. Los únicos sonidos que aquí se permiten son los de las pisadas entre los estantes, la estela sonora que dejan las hojas de los libros cuando se les da vuelta y el golpear de los dedos sobre el teclado, entre otros pocos ruiditos de fondo.

Es natural desear en las bibliotecas públicas. Son las guardianas del anhelo humano en su manifestación menos tangible. Todos hemos deseado en bares, en puteros, en casas propias o ajenas, en la calle. Estos espacios han sido ideados con ese objetivo. Quiero decir: para no ocultar, necesariamente, las ganas.  Pero en una biblioteca se requiere cierta discreción. Generalizo de acuerdo a mi propia experiencia.

Pensar en la escritura de una novela mientras te empinas la cerveza en un bar es cosa fácil; también lo es cuando te empinas o tú empinas en otras circunstancias. No se sonrojen, que es normal. Gritar de emoción cuando te subes a la moto de un amigo y le abrazas la espalda, la emoción del aire golpeándote el rostro, la grandiosa y vital sintonía con el universo que la velocidad permite. Una hermosa palpitación literaria.

Todo eso es fácil y hermoso porque no hay necesidad de contenerlo. Se puede mostrar tal cual es; y si no, es posible disfrazarle de otra cosa y mostrarse igualmente emocionado.

Esta mañana en la biblioteca Vapor Vell he deseado en menos de media hora gritar, llorar y masturbarme. Mientras leía, mientras deseaba a otra gente. He querido llorar porque no sé quedarme insensible ante tanta vida silenciosa. Por supuesto, no he concretado ninguna de esas actividades. Me hubiera gustado. En serio.

El silencio de estas personas furiosas y bellas en su concentración, el silencio de todos los escritores que dedicaron latidos de corazón a la escritura de sus libros. Esos libros me resuenan en la cabeza como si fuesen un carnaval de risa, de amor, de llanto y de tragedia. Simultáneamente. Esos latidos, nunca más, nevermore; pero escritos y en silencio se han hecho un poco más eternos.

Aquí hay más de un cuerpo que, si la compostura no me lo impidiese, invitaría a mi cama ahora mismo para empaparnos juntos en llama y fatalidad. Locos de humedad y de deseo. Para ser como flores abiertas y fugaces (nunca estuvimos realmente destinados a ser ninguna otra cosa). Más de un libro que me llevaría a casa con idéntico propósito, pero ni la mochila ni el tiempo serán suficientes.

Hablaré sobre la voluntad otro día. Lamento haber creado una falsa expectación. Pero estarán de acuerdo conmigo en que no ha sido una falta demasiado seria.

Se espera que este fragmento forme parte del ensayo literario La educación del deseo, trabajo final del curso La creación literaria: historia y fundamentos, impartido por el escritor Rafael Argullol; aparece aquí en su forma de apunte de cuaderno.

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